Un Nuevo Tipo de Evangelio

por Eric Rauch

A Francois-Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, se le atribuye el famoso dicho sobre el hombre creando a Dios a su propia imagen. Lo expresó de esta manera: «Si Dios nos ha hecho a su imagen, le hemos devuelto el favor.» Varios autores han usado muchas variaciones de esta cita a lo largo de los años para comunicar la idea de que el hombre tiene una disposición natural – la Biblia lo llama pecado – pensar en él mismo como el centro del universo. Se me señaló esto en un sermón que escuché en mis primeros días como cristiano, que el hombre emplea dos métodos para hacer de sí mismo más de lo que debiese. El primero es bastante obvio: el hombre se hace grande a sí mismo. Pero el segundo es menos obvio y más difícil de tratar: el hombre empequeñece a Dios.

Aunque se debe decir rápidamente que lo que generalmente sucede es una especie de
combinación de estos dos métodos, sin embargo es un hecho que el hombre experimenta un tiempo difícil siendo verdaderamente honesto y franco consigo mismo acerca de su posición en la jerarquía de la vida.

San Agustín entendió bien este punto y lo expresó con mucha claridad en sus Confesiones como parte de sus respuestas a la pregunta de dónde (y de qué) proviene el mal. [1] El hombre, por definición, es una criatura; no es autónomo. El hombre fue creado por el Creador, y por lo tanto, depende del Creador para entenderse apropiadamente. El pecado se levanta cuando el hombre comienza a determinar la realidad por sí mismo, en lugar de escuchar las Palabras del Creador.

Cuando Dios pronunció la sentencia de muerte sobre Adán en el Huerto, a manera de prefacio presentó estas palabras: «Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él» (Génesis 3:17). Adán se elevó a sí mismo a la posición de juez; escogiendo escuchar la voz de su esposa, en lugar de escuchar la voz de Dios.

En el Nuevo Testamento, Pablo retoma esta idea y les advierte a sus lectores no ser engañados como lo fue Eva (2 Corintios 11:3 y 1 Timoteo 2:14). En 1 Timoteo, Pablo presenta de forma implícita el caso para la posición de la mujer en la jerarquía de la creación: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Tim. 2:11-13). Es interesante señalar que parte del juicio que Dios colocó sobre Eva en el Huerto fue que su “deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Gén. 3:16). La tendencia pecaminosa de la mujer es el deseo de gobernar a su marido, no obstante se le ordena someterse a él. De igual manera, la tendencia del hombre, como Adán, es permitirle a su esposa que lo gobierne (“por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer…”).

Para complicar las cosas, Pablo nos dice en 1 Timoteo que Eva fue engañada, no Adán. Eva fue pasiva en su pecado, pero Adán fue activo. Adán desobedeció deliberadamente a su posición en la jerarquía y escogió escuchar la voz de su esposa. Ambos pecaron, pero Adán recibió el juicio más grande.

Probablemente esto no sea nada nuevo para la mayoría de lectores y si han estado siguiendo los artículos anteriores en esta serie, puede que se estén preguntando qué tiene que ver esta breve lección sobre jerarquía creacional con Brian McLaren y su nuevo libro, Una Nueva Clase de2 Cristianismo. La razón es realmente bastante simple: el apóstol Pablo decidió ilustrar la apostasía de la fe verdadera con una alusión en retrospectiva hacia el evento de Adán y Eva. En 2 Corintios 11, Pablo escribe:

¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme. Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis.

Pablo le advierte a la iglesia de Corinto que son demasiado pasivos en su fe. Les revela que son demasiado permisivos y que están demasiado dispuestos a escuchar a cualquiera que pase por allí y que les diga algo acerca de Jesús. Les está advirtiendo sobre ser extraviados con facilidad – engañados fácilmente – así como lo fue Eva por la serpiente. Pablo está diciendo que los Corintios son propensos a probar y a caminar con cualquiera. No les gusta causar problemas; quieren que todos tengan su propia versión de Jesús y que también retengan su autonomía. En otras palabras, Pablo acusa a los Corintios de ser débiles teológicamente: “porque de buena gana toleráis a los necios, siendo vosotros cuerdos. Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas” (11:19-20). Desdichadamente, buena parte del evangelicalismo moderno ha llegado a ser como los Corintios: no están dispuestos a sacudir el bote de lo que es políticamente correcto en lo teológico para que todos puedan encontrar una silla en la nave ecuménica de los tontos, donde se puede incluir a todos.

Es esta misma situación de simpatía evangélica y que rehúye la confrontación de la cual se aprovecha Brian McLaren y que también usa para pasar de contrabando sus opiniones políticas liberales al interior de la iglesia. En la quinta pregunta de sus “diez preguntas que están transformando la fe,” McLaren escoge la pregunta de “¿Qué es el evangelio?” En realidad esperaba más de un problema en cómo McLaren respondería esta pregunta. Pero, una vez más, McLaren oculta buena parte de su verdadera agenda en las notas al pie, bien seguras fuera de la vista de la mayoría de lectores casuales. En el primer capítulo de esta sección de dos capítulos, McLaren hace la observación de que “el reino de Dios no es alguna realidad distante que hay que esperar algún día, Jesús proclama: el reino está cerca, al alcance, cercano, aquí, ahora (Marcos 1:15).” No podría estar más de acuerdo. De hecho, realmente concuerdo con lo que escribe unas pocas oraciones después: “No sorprende que Jesús llamara a la gente a arrepentirse: si el reino está cercano, necesitamos ajustar nuestra forma de vivir y unirnos a la misión gozosa y dolorosa de la reconciliación justo ahora, ¡lo más pronto posible!” (p. 140).

Casi no me podía aguantar las ganas de gritarle al libro mientras leía esta oración: «Amén, Brian. Bienvenido al Cristianismo bíblico. ¿No es grandioso?» McLaren escribe esto en su libro como si esto tuviese que ser alguna mrevelación maravillosa (y supongo que probablemente lo sea para muchos que han cerrado sus ojos y oídos a la verdad y a las demandas puestas sobre el pueblo de Dios a lo largo de toda la Biblia), pero esperaría que no sea una gran sorpresa para los lectores de esta página web. Pienso que la perspectiva bíblica es resumida muy bien por el teólogo alemán del siglo 19, Johann Christoph Blumhardt, quien a menudo dijo que una persona debía ser «convertida dos veces, la primera de la vida natural a la vida espiritual, y luego de la espiritual a la natural.» [2]

Lo que Blumhardt dice es que el Cristiano tiene el privilegio y la obligación, una vez que le es dada la perspectiva correcta (i.e., su verdadero lugar en la jerarquía) por parte de Dios, de hacer una diferencia en el mundo a su alrededor. Puede que McLaren se sorprenda al descubrir que los Cristianos de incluso hace doscientos años (por no decir dos mil) entendieron este hecho básico. Claro que estoy siendo demasiado irónico aquí. McLaren mismo reconoce que su entendimiento del reino de Dios realmente no es nada nuevo. Él admite que simplemente está «siguiendo la mejor tradición cristiana de regresar a Jesús y las Escrituras, de modo que nuestra búsqueda por un nuevo tipo de Cristianismo es, de hecho, una búsqueda de lo más conservadora» (p. 141).

Esto es verdad, pero luego, una vez más, no es cierto. Si McLaren estuviese en realidad dispuesto a dejar que la Biblia hable por sí mismo usando la «mejor tradición de regresar a Jesús y las Escrituras,» ¿entonces por qué siente la necesidad de reinventar las sencillas palabras de la Biblia cuando no se acomodan a sus sensibilidades políticas liberales de siglo veintiuno? En el segundo de sus dos capítulos sobre el tema del evangelio, McLaren lleva a sus lectores a través del libro de Romanos. Aparentemente McLaren tiene la impresión (errónea) de que Jesús y Pablo estaban diciendo dos cosas diferentes. Él habla de «despertar su valentía para volver a leer Romanos ahora que había comenzado a reorientar su fe alrededor del evangelio del reino de Dios proclamado por Jesús» (p. 142). Anticipó que encontraría una contradicción en esta famosa carta de Pablo, pero después de muchas relecturas de Romanos, «llegó a convencerse de que Pablo jamás tuvo el propósito de que su carta fuese una exposición del evangelio,» sino que, en lugar de eso, fue escrita para enseñarles a judíos y a gentiles en su amplia diversidad cómo llegar a estar juntos, y a permanecer de esa manera, como iguales en el reino de Dios sin tener Cristianos de primera y de segunda clase, por un lado, y por el otro, sin estar homogenizados como una franquicia de McDonald’s con el mismo menú, el mismo precio y el mismo jabón de baño. (p. 143-144)

A medida que McLaren avanza en su breve exposición de la carta de Pablo, presenta el
contenido con bastante sentido y su interpretación no es tan extraviada como puede que se oiga al principio. El problema no es lo que McLaren toca del libro de Romanos, es lo que deja por fuera. Tuve sospechas inmediatamente cuando admitió que había leído y releído el libro buscando su significado. Para mí esto indica que McLaren estaba buscando una gran narrativa que le permitiera leer el libro de la forma que quería. Ahora, no estoy diciendo que los cristianos no debiésemos leer y releer los libros de la Biblia, pero estoy diciendo que el modus operandi de McLaren a lo largo de Una Nueva Clase de Cristianismo ha sido seleccionar y tomar ciertas porciones de la Biblia que le permitan armar su caso mientras ignora el resto que no se ajusta para nada a su “Nuevo Cristianismo.” No es que su interpretación de “judíos y gentiles” del libro de Romanos no funcione, es sólo que no es toda la historia que Pablo está tratando de contar. Me aventuraría a sugerir que McLaren sabe esto, principalmente debido a varias de las notas al pie que incluye en este capítulo (“Jesús y el Reino de Dios”). Aunque no aborda directamente el tema de la homosexualidad en el capítulo, él escribe esto en una nota al pie sobre Romanos 1:26-27:

Mucho se ha comentado sobre la referencia de Pablo a la homosexualidad en este pasaje, pero Pablo no se refiere a las personas que tienen una orientación sexual4 innata hacia el mismo sexo. Toda la idea de la orientación sexual probablemente haya sido inconcebible para Pablo como hombre de su época. Él se refiere explícitamente a personas que han tenido una atracción innata hacia el sexo opuesto y que luego decidieron involucrarse en una conducta homosexual, probablemente como parte de orgías o como expresiones de dominación, las cuales eran comunes en la cultura romana (p. 276)

Si usted puede leer el párrafo anterior sin quedarse con la boca abierta y con una mirada
incrédula, probablemente deba leerlo nuevamente (lea y vuelva a leer si tiene que hacerlo). Esencialmente McLaren está diciendo que Pablo estaba escribiendo contra la homosexualidad como un estilo de vida “seleccionado,” pero no como uno que fuese “innato.” Olvide por un momento que esto es exactamente lo que dicen los conservadores modernos que es la homosexualidad – un estilo de vida que fue elegido. Si lo que McLaren está diciendo es lo que Pablo realmente está diciendo, ¿entonces cómo es que McLaren puede defender la homosexualidad, ya sea innata o escogida? Aparte del hecho que revela su “esnobismo cronológico” una vez más al implicar que Pablo posiblemente no podría haber entendido lo que la ciencia moderna ha “comprobado” para nosotros los habitantes altamente sofisticados del siglo 21, McLaren da un brinco increíble al decir que la conducta innata de alguna manera no está en la misma categoría de la conducta escogida. Esto haría muy felices a los violadores, los cleptómanos y los asesinos en serie al saber que no necesitan modificar su conducta, sólo necesitan afirmar que es innata. Puesto que la Biblia afirma que todos los hombres nacen pecaminosos, supongo que McLaren tendría que decir que ya no tienen necesidad de un salvador, viendo cómo la conducta innata está más allá de esos límites. Esto no sólo es irracional, es herético. Mateo 1:21 dice que Jesús “salvará a Su pueblo de sus pecados,” pero en una nota al pie influenciada por el pensamiento político liberal, McLaren ha eliminado la necesidad de que Jesús salve a alguien.

Lo que nos lleva al segundo asunto. En otra nota al pie, McLaren la emprende contra las teologías sistemáticas que tratan de encontrar alguna aplicación doctrinal en el libro de Romanos.

Él escribe:

Se han escrito miles de páginas tratando de derivar, a partir de los detalles de ese pasaje (Romanos 7 – 8) doctrinas coherentes de pecado y santificación y quizá también de antropología, totalmente ajenas a la estructura retórica y al propósito más grandes que hemos estado trazando. Una vez más, con demasiada frecuencia tratamos una carta personal – dictada a un escriba, repleta de metáforas medio exitosas que requieren frecuentes recalificaciones, imaginativamente fértiles aunque a veces lógicamente frustrantes – como si fuese una disertación técnica escrita por un ingeniero mecánico, un material escrito por un contador, una obra de erudición escrita por un teólogo de gran estirpe en algún seminario de gran renombre, o… como una opinión legal escrita por un abogado constitucional (p. 276-277)

Como si uno olvidara que la Biblia afirma ser la misma Palabra de Dios, supervisada y en
realidad “exhalada” por Dios mismo (2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:20-21) y no simplemente las palabras de alguna persona simplona del primer siglo, McLaren indica que Pablo en realidad no es capaz de comunicar lo que quiere comunicar. McLaren quiere que las cosas funcionen en ambas vías. Hace numerosas apelaciones al hecho de que él cree que el Espíritu Santo “guió” la escritura de Pablo, pero jamás se nos brinda una definición real de lo que eso significa. Dice que cree que el flujo de escritura por parte de Pablo está “siendo llevado de una manera muy real por el Espíritu. Pero eso no quiere decir que la inspiración del Espíritu convierte a Pablo en un DVR humano (aparato de reconocimiento digital de voz) o que transforme las palabras de Pablo en artículos, secciones y cláusulas de una constitución” (p. 146). De acuerdo. Ahora sabemos lo que McLaren no cree en cuanto a la inspiración por el Espíritu, pero todavía nos quedamos sin respuesta en cuanto a lo que cree que es. McLaren quiere que sus lectores crean que la Biblia que la Biblia debe leerse únicamente de una manera – la suya. Cree que debe ser leída como literatura escrita por seres semi-inteligentes hace un largo período de tiempo repleto de supersticiones (guiados por el Espíritu Santo, por supuesto). McLaren tiene un problema tal con una lectura “constitucional” de la Biblia, que uno queda preguntándose si él cree que la Biblia pueda alguna vez decir algo que incluso huela a “no harás” o “harás.” Sin embargo, uno no necesita quedarse pensando eso por mucho tiempo, porque McLaren cierra el trato con su última nota al pie en este capítulo. Con respecto al uso que Jesús hace de la frase “reino de Dios,” McLaren, aunque parezca mentira, tiene la desfachatez de escribir esto:

En dos de mis libros anteriores propuse que Jesús casi con toda certeza no usaría el término “reino de Dios” si estuviese aquí hoy. Hoy el término es un anacronismo; en su época esta frase nombraba la realidad social, política, cultural y económica dominante. Propongo una variedad de “traducciones” posibles aplicables a nuestro contexto, incluyendo revolución de paz, economía del nuevo amor, ecosistema sagrado, comunidad o sociedad amada, o bien, sueño, danza y movimientos amados. (p. 277).

No, no estoy inventando esto. No podría haber enhebrado una serie de ridiculeces hippies como estas, no importa qué tanto me hubiera esforzado. Me hubiera sentido como si le hubiera dado un golpe bajo a McLaren si hubiese escrito que él quiere convertir el Cristianismo moderno en una “economía del nuevo amor,” pero irónicamente, McLaren lo dice por mí. Si había alguna duda de que “la nueva clase de Cristianismo” de McLaren está políticamente motivado, esta nota al pie debiera ponerle fin. McLaren parece ser capaz de leer la mente de Jesús (lo que ya es bastante preocupante), pero parece pasar por alto el punto de que el reino de Dios significa hoy exactamente lo mismo que significaba cuando Jesús lo usó por primera vez. Hoy el reino de Dios es una convulsión de las realidades sociales, políticas, culturales y económicas, justo como lo era en el primer siglo. Los caminos de Dios se hallan 180 grados desfasados con relación a los nuestros.

La jerarquía de Dios es la verdadera “realidad,” el problema es nuestra pequeña y patética edificación de reinos. El anuncio del reino de Dios por parte de Jesús no fue el equivalente del siglo primero a una “revolución de paz,” a un “ecosistema sagrado” o incluso a un “sueño” o una “danza” (sea lo que sea que tales cosas signifiquen). McLaren quiere que la Biblia diga lo que él quiera que diga, y está obligado y determinado a lograrlo. El mensaje de Pablo no es único, es exactamente el mensaje de Jesús. No os juzguéis los unos a los otros. Sobre estos asuntos controversiales, dice él, los individuos deben hacer dos cosas: primero, estar convencidos en su propia mente, y segundo, guardarse sus convicciones para ellos mismos. (p. 155).

Ya discutimos la imposibilidad de “no juzgar” en un artículo anterior, pero McLaren se mantiene trayendo el tema a la mesa. Para alguien que está convencido de que el “reino de Dios” tiene serias ramificaciones para este mundo, aquí y ahora – luchar contra la pobreza, contra el hambre, curar el SIDA – McLaren no parece interesado en administrar realmente la cura VERDADERA al mundo herido. La pobreza, el hambre, el SIDA, y todos los demás problemas en el mundo son resultado de la pecaminosidad del hombre y de la eliminación egoísta de la jerarquía divinamente ordenada por Dios. El pecado nos coloca de primeros, pero Jesús dijo que nosotros vamos de último (Dios, el prójimo, yo). Él murió y vivió otra vez, para que podamos morir a nosotros mismos y vivir otra vez para otros. Necesitamos ser convertidos dos veces. El evangelio de McLaren es sólo la mitad del evangelio, lo que en realidad no es ningún evangelio.

El Jesús de McLaren es, como Pablo le advirtió a la iglesia de Corinto que sucedería, un Jesús diferente al Jesús que Pablo predicaba. Pero, pensando en esto, en el mundo de McLaren, de todas formas Pablo probablemente no quiso decir lo que pensó que quería decir.

Notas:

1. “La contribución especial de Agustín a la teología fue mostrarnos que el mal surge cuando algo se sale del lugar ordenado por Dios en el orden creado. Cuando trata de elevarse más alto de lo que debiese, es el pecado de orgullo. Cuando trata de hundirse más bajo de lo que debiese, es el pecado de la sensualidad. Todo lo que Dios ha creado es bueno en su sitio. Cualquier cosa que Dios ha creado puede llegar a ser una ocasión para el pecado cuando es removida de su lugar apropiado.” (Brian Carpenter, In Praise of Hierarchy).

2. Citado en Michael Goheen y Craig Bartholomew, Living at the Crossroads: An Introduction to Christian Worldview (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2008), xii.

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5. El Estrafalario Evangelio de Judas.

Traducción de Donald Herrera Terán, para http://www.contra-mundum.org La versión original en inglés de este artículo fue publicada por American Vision el 8 de Abril de 2010.

La dirección del artículo en inglés es: http://americanvision.org/2112/kind-of-gospel

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